El 20 de octubre del 2019, la Iglesia Católica, marca un antes y después, en su posición y acción en torno a la problemática de la Amazonía, en América del Sur. En las Catacumbas de Santa Domitila en Roma, se firmó el Pacto de las Catacumbas por la Casa Común.
Este importante documento adoptado en el marco de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, que inició el pasado 6 de octubre y concluirá el próximo 27, expresa el nuevo y renovado papel que desempeñará la Iglesia en torno a la problemática de un ecosistema vital para el futuro del planeta, agobiado por acción antrópica y el calentamiento global.
Resumo los quince acuerdos aprobados; y, en negritas, adjunto algunos comentarios:
- “Asumir, ante la amenaza extrema del calentamiento global y del agotamiento de los recursos naturales, el compromiso de defender en nuestros territorios y con nuestras actitudes la selva amazónica en pie”. Un compromiso que necesita de la alianza Iglesia-gobierno-empresa privada-ciudadanía.
- “Reconocer que no somos los dueños de la madre tierra, sino sus hijos e hijas”. Efectivamente, provenimos de la naturaleza y todos tenemos el deber y la obligación de cuidarla y respetarla.
- “Renovar en nuestras iglesias la opción preferencial por los pobres, especialmente por los pueblos originarios, y junto con ellos garantizar el derecho a ser protagonistas en la sociedad y en la Iglesia. Ayudarlos a preservar sus tierras, culturas, lenguas, historias, identidades y espiritualidades”. Debemos darle voz y voto, y sobre todo visibilidad política y social.
- “Abandonar en nuestras parroquias, diócesis y grupos todo tipo de mentalidad y postura colonialista, acogiendo y valorando la diversidad cultural, étnica y lingüística en un diálogo respetuoso con todas las tradiciones espirituales”. En el siglo XXI debemos desterrar todo vestigio colonialista, especialmente de aquel proveniente de gobiernos con poder político, económico y militar con sueños de imperio.
- “Denunciar todas las formas de violencia y agresión a la autonomía y a los derechos de los pueblos originarios, a su identidad, a sus territorios y a sus formas de vida”. Los gobiernos de los países amazónicos deben entender que los derechos humanos, la libertad y la democracia no son propiedad exclusiva de ninguna clase o grupo social.
- “Anunciar la novedad liberadora del Evangelio de Jesucristo, en la acogida al otro y a lo diferente”. La Iglesia debe entender, de una vez por todas, que todos tenemos derecho a la dignidad, la libertad y la justicia social.
- “Solidaridad con los pueblos originarios, con los pobres y los pequeños, en la defensa de sus derechos y en la preservación de la Casa Común”. La solidaridad se demuestra con hechos y no solo con palabras o declaraciones. La conservación de los ecosistemas necesita de políticas responsables y sustentables.
- “Instaurar en nuestras Iglesias particulares un estilo de vida sinodal”. Con sentido crítico y comunitario, promoviendo cultura ecológica y ciudadana.
- “Empeñarnos en el urgente reconocimiento de los ministerios eclesiales ya existentes en las comunidades”. Debió realizarse desde hace mucho tiempo atrás.
- “Hacer efectiva en las comunidades que nos han sido confiadas el paso de una pastoral de visita a una pastoral de presencia”. Y de acción social concreta.
- “Reconocer los servicios y la real diaconía de gran cantidad de mujeres que hoy dirigen comunidades en la Amazonía y buscar consolidarlas con un ministerio adecuado de mujeres animadoras de comunidad”. La igualdad de género debe recorrer las venas de toda la Iglesia, dejando atrás paradigmas retrógrados anticristianos.
- “Buscar nuevos caminos de acción pastoral en las ciudades donde actuamos, con el protagonismo de los laicos y los jóvenes”. Hay que reorientar la acción cristiana con nuevos protagonistas, otrora marginados por una visión sesgada de la realidad social y medio ambiental.
- “Asumir ante la avalancha del consumismo un estilo de vida alegremente sobrio, sencillo y solidario con los que poco o nada tienen; reducir la producción de basura y el uso de plásticos, favorecer la producción y comercialización de productos agroecológicos, utilizar el transporte público siempre que sea posible”. Los nuevos tiempos demandan una nueva Iglesia, innovadora, inclusiva, transparente, participativa y verde.
- “Ponernos al lado de los que son perseguidos por su servicio profético de denuncia y reparación de injusticias, de defensa de la tierra y de los derechos de los pequeños, de acogida y apoyo a los migrantes y refugiados”. La iglesia debe retomar el camino con los pobres y desposeídos, paradójicamente los más afectados por el cambio climático y políticas gubernamentales alejadas del cuidado y preservación del medio ambiente.
- “Cultivar verdaderas amistades con los pobres, visitar a las personas más sencillas y a los enfermos, ejerciendo el ministerio de la escucha, del consuelo y del apoyo que traen aliento y renuevan la esperanza”. Con la amistad y el diálogo construiremos desarrollo y progreso.