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Mama Cocha, Madre de las Aguas, hija del Sol y de la Luna

Sobre el blog

Luis Luján Cárdenas
Sociólogo y Periodista, Magíster en Administración, especialista en Comunicación para el Ecodesarrollo, articulista en diversos medios escritos de Perú.
  • Mama Cocha, Madre Aguas, hija Sol y Luna

Mama Cocha, Madre de las Aguas, hija del Sol y de la Luna –cuenta la leyenda inca‒ habitaba con las personas justas y enseñaba a vivir y trabajar en paz y amor, en equilibrio con el mundo. El agua en el Perú antiguo tuvo un valor sagrado, al igual que la tierra y la naturaleza.

Justicia, trabajo, paz y amor son valores que han estado ligados al uso del agua en la época prehispánica, y con el paso del tiempo se ha ido olvidando esta relación divina entre cuatro conceptos que mucho tienen que ver con la gobernanza hídrica moderna, más allá de la ciencia y la tecnología.

En los siglos XV y XVI, el imperio de los Incas (Tahuantinsuyo) consolidó su sabiduría en la administración del agua construyendo grandes obras hidráulicas que abastecieron del líquido elemento a un territorio que abarcó dos millones y medio de kilómetros cuadrados en cinco países sudamericanos: Ecuador, Chile, Bolivia, Argentina y Perú, atendiendo la demanda de agua de cerca de 15 millones de habitantes e irrigando más de 700 mil hectáreas de cultivo.

Gobernanza hídrica y seguridad social

¿Cómo lograron los incas alcanzar la seguridad hídrica y, por ende, la alimentaria eliminando la pobreza en el imperio? Fue gracias a una administración de los recursos hídricos impuesta en forma vertical, autoritaria y sostenida, con visión social y fundamento religioso.

Esta particular gestión del agua, bajo la dictadura de un imperio socialista ―como lo califica el estudioso belga Luis Baudin, mientras que el peruano José Carlos Mariátegui la denominó ‘comunista’― tuvo un profundo sentido social ―además del religioso― por su carácter inclusivo y solidario. Todos los habitantes tenían derecho al agua, pero también tenían el deber de pagar un tributo: la Mita, que no era sino un trabajo obligatorio de acuerdo al sexo, edad y clase social, para la construcción y conservación de las obras públicas, llámese caminos, andenes, tierras de la clase dominante, reservorios, puentes, tambos, palacios, y también a favor de tierras de personas discapacitadas, enfermos, viudas, etc. Se incluía así mismo el cuidado del medioambiente y sus servicios ecosistémicos, y las ceremonias y rituales de adoración a la Mama Cocha.

Nadie era excluido del servicio del agua, no había diferencias de sexo, etnia, clase social, ocupación, edad o cultura; pero eso sí, todos estaban obligados a participar en la construcción, desarrollo y mantenimiento de las obras hidráulicas; así como, al cuidado del medio ambiente y la adoración de la Mama Cocha.

El imperio inca basó su dominio y poder en la propiedad pública del agua y la tierra, y en la actividad económica agropecuaria, además de asumir el conocimiento de los pueblos dominados. Dotar de recursos hídricos al Tahuantinsuyo, el territorio más grande e importante en Sudamérica, demandó una enorme fuerza laboral y grandes conocimientos de ingeniería hidráulica, agrícola y medioambiental para almacenar, conservar y distribuir el agua para toda la población.

Para la gobernanza hídrica al estilo inca no hubo impedimento alguno, ya sea humano, geográfico y/o climático, pese a la agreste característica del territorio andino, a la aridez de grandes extensiones de tierras en la costa y a la escasez del recurso en la cuenca hidrográfica del Pacífico. Hicieron grandes obras para que el agua llegase a los confines de ciudades y asentamientos humanos rurales. La ingeniería hidráulica inca utilizó con maestría la piedra, tal es el caso de Tipón, en Cusco, del cual aún fluye agua potable pese al tiempo transcurrido, siendo considerada una maravillosa obra hidráulica.

Todo centro urbano estaba integrado con los pueblos rurales mediante una red de caminos y canales de piedra, que marcaban las fronteras agrícolas, siendo embellecidos por árboles, tambos y lugares de descanso, donde no faltaba el agua y los alimentos para el caminante, el ejército y los chasquis que llevaban las noticias al Inca.

Seguridad hídrica y alimentaria

La cultura del agua tuvo un valor religioso, y siendo fuente de vida, desarrollo y poder a través de la agricultura y la ganadería, fue administrada con gran responsabilidad, creando un sistema de reservorios, acueductos, canales, bocatomas, y otras obras hidráulicas de gran envergadura en todo el Tahuantinsuyo.

Tuvieron amplio conocimiento de la hidrología, ingeniería hidráulica, el ciclo del agua, la geografía, la climatología, el ecosistema, en fin de todo lo relacionado a los recursos hídricos, desarrollando tecnologías para su preservación, conservación, distribución y oportunidad, con una política amigable al medio ambiente, y de obligada participación de los ayllus (grupos de familias con vínculos sociales, étnicos y culturales comunes), so pena de graves castigos que incluyeron la muerte, el destierro o la desaparición de la comunidad.

Su gran manejo en la gestión hídrica hizo posible que cultivaran más de 70 especies vegetales, pese a lo agreste del territorio del Tahuantinsuyo, enfrentando y dominando con éxito la inclemencia del tiempo (sequías, inundaciones, huaycos, erosión del suelo, etc.) y la variabilidad climática, gestión heredada de culturas dominadas o extintas, como Caral y Nasca.

Este conocimiento hídrico y agropecuario fue trasmitido de generación en generación por los Amautas (sabios y educadores) y los Quipucamayoc (funcionarios incas a cargo de los quipus, herramienta de transmisión y registro de la información, en base a cuerdas y nudos) a la clase dirigencial, entre ellos el Yacucamayoc (superintendente del agua), y la nobleza inca. Los curacas (jefes y administradores de los ayllus y sus bienes), a su vez, hicieron lo propio en los ayllus y básicamente en forma práctica inculcando a los niños la relación divina entre el agua, la tierra y el trabajo, y el respeto a la naturaleza en sus diferentes manifestaciones.

Es así, que todos estos elementos divino-naturales tuvieron importantísima presencia en los grandes festejos del calendario anual ceremonial, rindiéndose sacrificios y veneración por parte de todos los habitantes de las cuatro suyos, costumbre que hasta hoy persiste en muchos lugares de Perú, Bolivia, Ecuador y otros países andinos.

Equilibrio naturaleza-sociedad

La sociedad inca –y también culturas anteriores como Chavín de Huantar, Chimú y Tiahuanaco, entre otros‒ tuvieron plena conciencia de que había que cuidar el agua sin afectar su entorno natural, conservando el equilibrio ecosistémico. Conservar la naturaleza (la tierra, la vegetación y los animales silvestres) era respetar a los dioses dentro de la cosmovisión andina. Ello no impidió transformarla con obras hidráulicas y diferentes tipos y modos de agricultura y reforestación para enfrentar los fenómenos naturales (sequía, inundaciones, heladas, altas temperaturas e, incluso el Fenómeno El Niño) recuperando aguas pluviales y de inundaciones, creando y fortaleciendo reservas hídricas en el subsuelo, a fin de promover micro climas agradables a los cultivos, animales y el ser humano.

Los andenes fueron un claro ejemplo de recuperación de áreas áridas en las laderas de los cerros andinos, incluso a más de 4 mil m.s.n.m., como es el caso del Cusco, donde hasta hoy se cosecha el agua por medios forestales proveniente de las precipitaciones pluviales para utilizarlas en sequía, a favor de la agricultura, embelleciendo el paisaje y creando microclimas que contrarrestan el frío de la puna protegiendo vidas humanas y de animales.

En el control y aprovechamiento de las inundaciones tenemos, por ejemplo, a los camellones (waru waru), que no eran sino canales depósitos artificiales de agua construidos en aquellos lugares donde se producía alguna inundación, debido a las intensas lluvias o el desborde de algún afluente, lago o laguna. En Puno, en los bordes del lago Titicaca, aún se emplean los camellones con sembríos que soportan las bajas temperaturas y nunca carecen de agua por sus sistema de canales en paralelo.

Las cuencas hidrográficas, incluyendo sus nevados, y sus afluentes fueron cuidados y conservados porque eran la expresión de la diosa Yacu Mama, fuente de la vida y toda la naturaleza que le rodeaba, madre de prosperidad y felicidad para el imperio, motivo por el cual fueron objeto de veneración, rituales, fiestas y peregrinaciones a las cuencas y nevados que marcaron la cosmovisión inca y su vida diaria.