El dos de febrero se celebró el Día Mundial de los Humedales. A propósito de esta importante efeméride, pocos saben que la Amazonía, en América del Sur, fue un gigantesco humedal que se originó luego de un sorpresivo calentamiento global llamado Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, hace aproximadamente 56,3 millones de años, según recientes estudios científicos.
En aquél período, la Cordillera de los Andes surgida por el pliegue de la placa tectónica de Nazca, en el Océano Pacífico, soportó durante aproximadamente 200 mil años, el aumento de la temperatura hasta cinco grados centígrados, mientras el nivel de dióxido de carbono casi se triplicó, lo que ocasionó el surgimiento de una gigantesca zona de bosques lluviosos, que posteriormente derivó en la región amazónica, en una extensión de siete millones de kilómetros cuadrados, abarcando hoy ocho países sudamericanos.
Cuarenta millones de años después —según datos geológicos, moleculares y de la evolución de la biodiversidad local—, se formó el río Amazonas, la cuenca hidrológica más grande del mundo. Gran regulador del clima global por su absorción de anhídrido carbónico y emisor de oxígeno, con una invalorable riqueza biológica de especies única en el planeta, la mayoría aún no descubiertas por la ciencia, es hábitat natural de más de 400 etnias sobrevivientes a la invasión española y portuguesa, y actualmente amenazada por la voracidad del sistema neoliberal y el cambio climático.
El río más largo (6,800 kms) y caudaloso del planeta, con un ancho de hasta 40 kilómetros y 40 metros de profundidad, desplaza desde el Pacífico hasta el Atlántico, cruzando tres países: Perú, Colombia y Brasil) hasta 300 000 m³/s de agua dulce (la quinta parte del planeta) en temporada lluviosa. Nace en territorio peruano, en las faldas del nevado mismo, en el departamento de Arequipa.
Esta inmensa vena de agua en la región amazónica, debido a sus características geográficas y biodiversas excepcionales, y significación para el mercado turístico internacional, obtuvo hace unos días la Jerarquía 4, según informó oficialmente el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo de Perú. Ahora el país de los incas suma a Machu Picchu y las Líneas de Nasca, el río Amazonas, como sus tres principales atracciones turísticas.
Considerado como una de las siete maravillas de la Tierra, esta importante categorización del río Amazonas, supondrá no solo la promoción e impulso del ecoturismo en una zona aún virgen para las visitas nacionales y extranjeras, sino también el desarrollo de una gobernanza hídrica y socio medioambiental basada en el eje Estado-empresa privada-sociedad civil, con el compromiso y apoyo internacional, dado los pocos recursos económicos y financieros con que cuentan los gobiernos locales amazónicos.
Un buen gobierno amazónico implicará:
a) El uso óptimo y responsable de los recursos y diversidad biológicas y ambientales (fuentes mineras, energéticas, maderera y agrarias, paisaje, flora y fauna).
b) Crear conciencia del significado y gran papel que cumple el río y la Amazonía en el ecosistema planetario y ante los efectos del cambio climático.
c) Promover la inversión pública y privada ecorresponsable, especialmente en infraestructura turística verde y natural.
d) Impulsar el desarrollo sostenido de los pueblos originarios amazónicos que suman más de un millón de indígenas, que soportan pobreza extrema y un proceso progresivo de extinción desde la invasión extranjera hace cinco siglos; y, e) el real respeto de los derechos humanos y tolerancia intercultural de una población marginada de la civilización y el desarrollo humano, ante la indiferencia internacional.
Es bueno recordar y subrayar que Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Surinam y Venezuela, países que comparten la cuenca amazónica, suscribieron en 1978 el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA) y en 1995 crearon la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA).
Este organismo tiene como principal objetivo el de preservar y conservar este importante y gigantesco purificador natural del medioambiente, promoviendo el desarrollo sostenible de la Región Amazónica. En la práctica, estos nobles objetivos, luego de 25 años no han podido ser cumplidos por diversas razones y factores, donde indudablemente son responsables todos sus países miembros.
La OTCA se ha visto impotente ante los fenómenos ecosociales como: la agresiva deforestación por las actividades maderera y agrarias informales; la comercialización ilegal de especies nativas; los graves atentados contra las etnias nativas, debido a las actividades petroleras, mineras, energéticas, de transporte y extensión urbana; y los efectos del cambio climático, como el reciente descomunal incendio en Brasil, Bolivia y Perú, con más de 40 mil puntos de fuego.
Opino que la responsabilidad del futuro de la región Amazonas no es solo de un pequeño grupo de países sudamericanos. La globalización, la hegemonía del neoliberalismo, la crisis medioambiental, demográfica, energética, alimentaria, sanitaria, migratoria y otros tantos problemas sociales agravados en este nuevo siglo, demandan una solución global.