La Ley 30640 “Ley de Cabecera de Cuenca” modificó el Artículo 75 de la Ley de Recursos Hídricos, incorporando el mandato de que la Autoridad Nacional del Agua (ANA), formule el Marco Metodológico para la Identificación, Delimitación y Zonificación de Cabeceras de Cuenca, finalmente, aprobada con el Decreto Supremo N° 014-2021-MIDAGRI.
La Ley de Cabecera de Cuenca fue impulsada con la finalidad de proteger esta porción de la cuenca hidrográfica y limitar el desarrollo de actividades productivas y especialmente extractivas, estableciendo que el desarrollo de una actividad que impacte de forma total o parcial en una cabecera de cuenca, deberá poner en marcha medidas especiales para su protección.
De acuerdo a nuestra legislación vigente, existen medidas regulatorias para la conservación y/o protección de las Unidades Hidrográficas incluyendo sus cabeceras.
En ese contexto la Ley 30640 no incorpora regulación distinta, pero sí aporta precisando conceptos y concentra la intervención en zonas de cabeceras de cuenca.
Cualquier intervención en la unidad hidrográfica, incluyendo las cabeceras de cuenca, es evaluado técnica, ambiental, social y económicamente, dentro de los instrumentos de gestión ambiental previstos en el Sistema Nacional de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) y además, establece a través del análisis de riesgo, la vulnerabilidad ambiental del área a intervenir y las acciones requeridas con la finalidad de prevenir, atenuar, mitigar y/o compensar los impactos negativos que podría generar la intervención.
La gestión integral del recurso hídrico busca orientar el desarrollo de políticas públicas en materia de recursos hídricos, a través de una conciliación entre el desarrollo económico y social y la protección de los ecosistemas.
La gestión de los recursos hídricos, no pasa por actuar sobre una porción de la cuenca (cabecera de cuenca), la gestión integrada de los recursos hídricos constituye hoy el paradigma gestión del agua, no solo en nuestro país, sino en la región Latinoamericana y en el resto del mundo.
En ese contexto, es evidente que toda intervención en la cuenca afectará el escurrimiento del agua. El desafío está en cómo desarrollar las actividades productivas y/o extractivas y poder mantener o recuperar luego las condiciones naturales y los ecosistemas.
En relación con el párrafo anterior, los seres humanos intervienen en las cuencas de una forma u otra, construyendo caminos, viviendas, cultivando, extrayendo áridos y minerales, trasvasando agua, etc., El desafío es poder hacerlo sin destruir sus capacidades hidrológicas ni sus ecosistemas y biodiversidad, así como restaurar y compensar los efectos ya causados.
Por lo expuesto, el impacto ambiental en las cuencas hidrográficas, tiene implicancias sobre los recursos hídricos y la degradación de los ecosistemas acuáticos. Impactos que a menudo tiene lugar a causa de cambios en el paisaje como el desmonte, la transformación de los paisajes naturales en tierras agrícolas, el crecimiento urbano, la construcción de carreteras y la minería a cielo abierto.
En relación con el párrafo precedente, es importante que el desarrollo de proyectos y/o actividades en las cuencas, tengan presente la adopción del enfoque holístico de los ecosistemas para la gestión del agua.
Finalmente, es necesario reforzar e impulsar reflexiones que deben generar los titulares de programas y proyectos, con la finalidad de implantar acciones de conservación y protección de las fuentes de agua como abastecedoras y productoras del recurso hídrico.