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Que la sequía no sirva de excusa a las ineficiencias

Sobre el blog

Marcela Andino
Doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, España. Especialidad en Derecho de Aguas. Asesora de la autoridad de aguas de Mendoza, Argentina. Docente, Investigadora y Consultora.
  • Que sequía no sirva excusa ineficiencias

Las regiones áridas y semiáridas del planeta se caracterizan por la escasez estructural de agua, es decir que una de las notas tipificantes de dichas regiones es la natural y permanente carestía de recurso hídrico en relación a la demanda. A ello debe adicionarse que la alteración de los patrones de lluvias, la disminución de las precipitaciones níveas, la retracción de glaciares, el aumento de las temperaturas ocasionados en gran medida por el cambio climático, el crecimiento demográfico, y las sequías,- entre otros factores- impactan en la disponibilidad ordinaria del agua.

Gestionar el agua escasa impone grandes desafíos de gobernanza y los eventos climatológicos de las sequías, que ha aumentado en frecuencia, gravedad y duración en las primeras décadas del siglo XXI, no deben servir de excusa para justificar las inequidades e ineficiencias del sistema, sino todo lo contrario.

La actual situación de los recursos hídricos en gran parte del mundo exige la adopción de una planificación y modelo de acción preventivo y adaptativo orientado puntualmente a la gestión del riesgo de las sequías, con acciones y medidas específicas acordes a esta realidad, resultando indispensable que, junto a las tradicionales medidas estructurales sobre la oferta hídrica se evolucione a un nuevo modelo de gestión enfocado en la demanda, y sin postergar la preservación del ambiente.

Este escenario exige nuevos instrumentos que, dentro del marco de la política hídrica, resulten eficaces para gestionar el cambio de paradigma que se está produciendo, con un enfoque preventivo y adaptativo transmitiendo a la sociedad señales de una escasez de agua agravada que mayoritariamente es atribuida a razones climáticas; pero que en realidad también se debe a otras causas como el crecimiento demográfico, el aumento de consumo per cápita, las diversas necesidades socioeconómicas, los descontrolados usos del suelo, entre otros factores que determinan una demanda hídrica que -a diferencia del clima- se puede modificar con cambios de hábitos de conducta.

Es indispensable contar con una clara estrategia de intervención en los requerimientos existentes en función de las necesidades reales: la gestión de la demanda de agua debe contemplar la revisión de los títulos jurídicos y la flexibilización de los usos asignados según criterios sociales y económicos, buscando satisfacer necesidades con el menor volumen posible, ajustado a variables como el tipo de cultivo, suelo, etc., así como la educación para la toma conciencia sobre la disminución de la disponibilidad hídrica, entre otras medidas.

Además, una eficiente gestión del agua requiere que se atiendan no solo cuestiones vinculadas a la oferta y demanda del recurso, sino que se contemplen los instrumentos económico-financieros que, enfocados en el valor económico del agua, coadyuven a alcanzar un enfoque estratégico del recurso hídrico. La clave para desarrollar un sector hídrico sostenible, eficiente y equitativo será mejorar su gobernabilidad, y ello se podrá lograr en tanto y cuanto el régimen económico-financiero que la regula sea suficiente y satisfactorio.

Teniendo en cuenta que el crecimiento económico de una región se vincula de manera estricta con la prestación de una serie de servicios que tienen por objeto el agua, a los fines de una adecuada preservación del recurso hídrico, resulta indispensable determinar el valor económico del agua y los costos que generan su utilización. Ello facilitará que, a la hora de la planificación hídrica, se introduzcan mecanismos de valoración del agua y, con ello, determinar el “precio” de los mismos que refleje la escasez del recurso y facilite establecer incentivos para la asignación y uso eficiente del agua.

Por otra parte, si se estima que un 60 % del agua disponible se pierde en su conducción y distribución por causa de la deficiente infraestructura tanto externa (canales) como interna (en parcelas), falta o deterioro de sistemas de desagües, infiltración, evaporación, etc., para incrementar las eficiencias se deberán implementar mejoras en los sistemas de conducción, distribución y aplicación, construcción de reservorios, impermeabilización de canales, modernización de compartos, mantenimiento de diques, etc. sin olvidar que la cantidad de agua a distribuir debe aproximarse a las necesidades reales de los cultivos, siendo fundamental que, intra predios, se apliquen técnicas de riego que permitan hacer un uso eficiente del agua.

En contexto de sequía, las plantas se enfrentan a diferentes niveles de restricción y estrés hídrico, por ello se impone que los productores/ras comiencen a regar con niveles de eficiencia más elevados, racionalizando el agua en sus cultivos, para que se alcancen niveles adecuados de eficiencia razonable.

La planificación y priorización de las obras deberá responder a la necesidad de adaptación a los efectos del cambio climático y la mayor eficiencia posible. Más allá de la construcción de obras propiamente dichas, se impone la implementación de programas de asistencia técnica que permitan transferir tecnología y conocimientos a los beneficiarios de las nuevas infraestructuras hídricas, en el marco de un aprovechamiento sustentable que facilite a los usuarios alcanzar mejoras sustanciales desde una metodología de nuevas prácticas de riego tendientes a optimizar el uso del recurso.

En definitiva, un sistema de gestión eficiente del agua será el que contenga las características de flexibilidad en la reasignación del suministro, la seguridad de su tenencia para los usuarios, la equidad o imparcialidad y la habilidad de confrontar a los usuarios con el costo de oportunidad real de sus decisiones en materia de uso eficiente de dicho recurso.

No existe una sola receta para gestionar el riesgo de la sequía, lo que sí queda claro es que los instrumentos y herramientas tradicionales ya no son suficiente.

La ocurrencia de sequías prolongadas debe motivar cambios en los modelos de gestión del agua, las modificaciones en las legislaciones necesarias, junto a la elaboración y aplicación de planes y programas que contemplan marcos de organización y acciones operativas que tengan por finalidad incrementar la capacidad institucional, y crear conciencia en los usuarios y ciudadanos para la reducción del consumo.

Que la sequía sea motor de cambios no un chivo expiatorio de la ineficiencia.